lunes, 25 de diciembre de 2017

Nuestro estado psicológico en la maternidad

No es necesario tener depresión para estar psicológicamente afectado, y que esto influya en la crianza de nuestros hijos.
Seguro que, como madres y padres, somos los que más queremos a nuestros hijos, y hacemos todo lo posible para que sean felices.
Pero, muchas veces, sin intención y sin darnos cuenta, no hacemos lo que de verdad nuestros hijos necesitan.

Vamos a poner un caso como el mío, que tengo tres hijos. A veces, por error, podría delegar en la princesa demasiada carga para cuidar de sus hermanos por el simple hecho de ser la mayor. La cosa empieza con un "juega con el bebé mientras hago la comida", y puede irse de las manos en cualquier momento y hacer que la niña se sienta responsable de esas tareas.

También podemos plantearnos otra situación. Imagina que, cuando eras pequeño/a, había un juguete que te encantaba y que deseabas con todas tus fuerzas. Pero, por algún motivo, nunca te lo compraron y tienes ahí esa espinita clavada. Te esfuerzas por que tu hijo lo tenga para que no le pase como a ti. Pero, ¿te has parado a pensar si a tu hijo le interesa ese mismo juguete o le es indiferente?

Ser buenos padres y madres no está en darle a nuestros hijos todo lo que creemos que tienen que tener, ni tampoco en colmarlos de besos y decirles lo mucho que los queremos. Lógicamente, estas cosas también forman parte de la crianza, sobre todo la segunda. Pero, para ser buenos padres, tenemos que ser conscientes de nosotros mismos y nuestras emociones para saber gestionarlas con nuestros hijos.

Hace tiempo llegó a mis manos "Tu hijo, tu espejo", de Martha Alicia Chávez. Un libro fantástico que muestra la parte oculta de nuestros comportamientos con los hijos. Una gran ayuda para ver lo que estamos haciendo bien, y corregir lo que estemos haciendo mal de forma inocente.


Aprendí que, en la carrera de la maternidad, no todo vale.
Aprendí que no todo es bueno.
Aprendí que nunca se deja de aprender.


lunes, 11 de diciembre de 2017

¿Celos? o mamá compartida

Cuando tenemos un hijo o hija y llega un nuevo bebé, se produce una situación delicada que requiere mucha atención, esfuerzo y delicadeza.

En esto, como en todo, hay que reconocer que cada niño/a es un mundo.
Al igual que nos pasa a los adultos, unos somos más celosos y otros menos, unos más sensibles y otros menos, etc.
Puede que tengamos un niño/a que sea celoso de por sí, o que esté muy apegado a nosotros, o que sea demasiado sensible... O puede que no. Y esto, desde luego, influirá en su reacción ante la llegada del hermanito/a.

En mi caso, y con tres hijos pequeños, por suerte no he sufrido en demasía los celos de unos con otro.
En gran parte, porque puede que mis hijos sean así; pero supongo que también tendrá algo que ver cómo he tratado la situación con ellos.

Princesa tenía 15 meses cuando nació Príncipe. Era una niña muy apegada a mí, siempre había estado conmigo y no se quedaba nunca con nadie. Los dos días que pasé en el hospital fueron la primera vez que me separé de ella. Pero también ha sido siempre la niña de papá, así que se entendieron muy bien en mi ausencia, e iban a visitarme con mucha frecuencia.
La impliqué en la llegada del bebé desde que estaba embarazada. Juntas tocábamos la barriga y llamábamos a bebé.  Y desde que nació Príncipe, ella me ayudaba a cuidar de nuestro nuevo muñeco.
Todavía tomaba pecho, así que les daba a los dos. A veces incluso al mismo tiempo. Y así se fueron criando muy unidos.
Y, lejos de apartarla para atender al bebé, la unía siempre a nosotros. Podía cogerlos a los dos a la vez, dormir con ellos en la cama, hacer cualquier cosa con los dos para que no sintiese celos o rechazo por su nuevo hermanito.

Ahora, con la llegada de Principito, traté de implicarlos a los dos desde el embarazo.
Así, Princesa y Príncipe deseaban ver a su nuevo hermanito.
Príncipe tenía dos años y medio cuando nació Principito. Ya no tomaba pecho, así que esa parte he podido evitarla esta vez.
Y procuro atenderlos a todos por igual y que ninguno sienta que los dejo a un lado por el bebé.
Ya no pudo cogerlos en brazo al mismo tiempo, pero sí estar a su lado todo el tiempo que puedo, y compartir con ellos cualquier momento que tengo libre, incluso del cuidado del bebé.

Hemos tenido momentos difíciles, tanto ahora como antes.
Ha habido situaciones en las que no he podido estar completamente para todos, y en algún momento les ha costado. Pero como ha sido cuestión de minutos, y después he compensado muy bien, han terminado comprendiendo.
Así que, puedo decir orgullosa, que no ha habido escenas de celos.

Nada de rechazar al bebé, ni de quitarle sus cosas, o tratar de hacerle daño, o ese tipo de cosas que se cuentan.
Amor, mucho amor entre todos, y entrega plena a ellos.

Aprendí que depende de cómo se traten las situaciones.
Aprendí que se puede vivir sin celos.
Aprendí que se puede compartir a mamá.
Aprendí que hay amor para todos.