lunes, 30 de octubre de 2017

Niños de alta demanda

No seré yo una de esas personas a las que le gusta poner etiquetas:
- Que si el niño es malo.
- Que si la niña es muy buena.
- Que si es un llorón.
- Que si..., que si..., que si...

Y es que creo, después de mucho leer y aprender, que es contraproducente etiquetar a los niños, a cualquier persona en general.

Si le etiquetas de malo, cada vez se comportará peor porque ya sabe que es "Un niño malo".
Si le etiquetas de bueno, pensará que todo lo que hace es bueno, aunque sea pegar o morder.

Y según esta teoría, tampoco me ha gustado nunca etiquetar a mis hijos como "niños de alta demanda".
Conozco el término hace años, desde que princesa era bebé. Y siempre pensé: "no es alta demanda, sino que pide lo que necesita". Tanto para princesa, como para cualquier niño etiquetado como "de alta demanda".
Luego llegó príncipe y volví a decir lo mismo. Aunque ya me rondaba por la cabeza: "con lo demandantes que son mis hijos, ¿cómo serán los de alta demanda?".
Ahora, con principito en nuestras vidas desde hace algo más de cinco meses, y con otro bebé en la familia completamente opuesto, creo que me queda claro que mis hijos son de alta demanda, todos.

No, no me gusta comparar tampoco. Las comparaciones son odiosas.
Pero, mientras su primo se queda dormidito en la hamaca sólo, sin chupete y sin llegar a llorar; cualquiera de mis hijos podría quedarse sin respiración de tanto llorar si intentas que duerma sólo o tardas más de la cuenta en cogerlo para dormir.

En este blog habla de niños de alta demanda, es uno de tantos que cuentan su experiencia, pero me gusta cómo lo explica.

Mis hijos no se duermen solos.
Puede que en un paseo se duerman en el carro, pero no es siempre.
Igual se duermen nada más entrar al coche (normalmente), o lloran sin parar como principito y es imposible ir con él a ningún sitio.
No duermen más de media hora o cuarenta minutos en las siestas de día. Y de noche, princesa se despertaba cada hora y media. Después llegó el colecho y la cosa cambió.  (Menos mal)

Y podría seguir con una larga lista de cosas.  Pero aún así, me niego a llamarlos "niños de alta demanda", aunque lo sean. Son niños, bebés, que tienen necesidades, que me necesitan, y aquí estoy yo para ellos.

Aprendí que los niños tienen necesidades.
Aprendí que la maternidad (y pluri-maternidad) es agotadora.
Aprendí que mi vida depende ahora de los ritmos de mis hijos.
Aprendí que una sonrisa, una mirada, un "te quiero mamá", un abrazo, un beso... Son pago más que suficiente en los momentos de mayor tensión.
Aprendí que no cambio mi vida por nada del mundo.
Aprendí que mis hijos, con sus necesidades y exigencias, son mi mayor alegría (y locura en muchos momentos).

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