lunes, 8 de enero de 2018

No soy perfecta, pero lo hago lo mejor que puedo

Desde el primer día que me convertí en madre supe que no todo era un camino de rosas, sino que había bastantes espinas.

Quería ser la madre perfecta, hacerlo todo bien. Pero enseguida me di cuenta de que la teoría no tiene nada que ver con la realidad.
Cada niño/a y cada madre/padre tenemos unas necesidades diferentes, y una forma diferente de satisfacerlas. Y ahí es donde viene la perfección: en darnos cuenta de que somos imperfectos.

Si escuchamos las teorías de todo aquel que quiere dar su opinión, pronto encontraremos fallos; a nosotros y a nuestros hijos.

Mi hijo duerme la noche entera desde los x meses. (Uy, pues el mío no).
Mi sobrina duerme en su habitación desde el año. (Uy, pues mi bebé no)
La hija de mi prima come sólido desde los 6 meses. (Uy, pues el mío no).

Y entonces, la mente que es muy traicionera, empieza a mandarnos comentarios como:
- Este niño es "malo" porque no duerme. Lo he acostumbrado mal.
- Este niño come fatal.
- Este niño...

Y según van creciendo, más comentarios.
Que si llora, que si no recoge, que si juega a no se qué, que si...

Si ya nos hemos dado cuenta de que tenemos hijos imperfectos, pero aún así los queremos igual, lucharemos por que esos comentarios no nos afecten.

- Mi hijo sigue durmiendo conmigo porque a los dos nos apetece. Punto.
- Mi hijo toma pecho porque los dos nos sentimos a gusto así.

Y aquí es donde merece la pena una pausa. Porque todo esto que sentimos por nuestros hijos de que hacen las cosas mal, viene impuesto por la sociedad, pero muchas veces lo traemos de fábrica por nuestras vivencias en la infancia.

Puede que, si mi padre me pegaba para corregirme, yo haga lo mismo.
Que si me enseñaron a que debía dormir sola por mucho que llorase, yo sienta que mi hijo tiene que hacer lo mismo.

Hace años que sigo a Tania García en su página Edurespeta.
Aboga por la crianza respetuosa, empezando por concienciar a los padres.
Si bien nunca he hecho uno de sus cursos -aunque los considero muy atractivos e inspiradores-, cuando sacó su libro no pude evitar comprarlo.

"Guía para madres y padres imperfectos que entienden que sus hijos también lo son" es, como su nombre indica, una guía de autoayuda para padres.
Sus consejos y ejemplos son de gran ayuda para comprender ciertas situaciones, los motivos que se esconden detrás, y cómo mejorar en nuestras actuaciones.
No llegaremos a ser perfectos, tampoco lo necesitamos, pero seguro que seremos más felices si comprendemos a nuestros hijos, identificamos nuestras emociones y las suyas, y nos tratamos con respeto mutuamente.


Y cuando se habla de respetar a los hijos, erróneamente se cree que se defiende el "dejarlos que hagan lo que quieran, no controlar nada". Pero, en este libro, Tania nos enseña que tener en cuenta su opinión no significa perder autoridad.
Porque nos cuesta muy poco preguntarle qué les gustaría cenar, y llegar a un acuerdo con ellos.
Claro, van a querer una hamburguesa llena de calorías. Pero, ¿y si le proponemos una alternativa que le guste? Hacemos una hamburguesa casera con pechuga de pollo asada, sin salsas, y con pan casero. ¡Y todos contentos!

Aprendí que no hace falta ser perfecta.
Aprendí que somos diferentes.
Aprendí que es importante conocerme para conocerlos a ellos.
Aprendí que se puede ser imperfectamente felices.



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